El empleo de probióticos es una alternativa muy prometedora para la prevención y/o el tratamiento de diversos problemas de salud, tanto a nivel humano como veterinario. La clave reside en una correcta selección de la cepa, dosis y vía de administración para cada diana terapéutica.
En los últimos años, la progresiva comprensión de la estrecha relación entre nutrición y salud ha permitido conocer el papel de ciertos alimentos en la mejora de la salud y/o en la reducción del riesgo de enfermedad de los consumidores, más allá de los efectos atribuibles a su valor estrictamente nutritivo. Dentro de estos alimentos funcionales se encuentran los que contienen probióticos que, según la OMS, son microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas confieren un beneficio a la salud del hospedador.
Los problemas asociados a la difusión de bacterias resistentes a antibióticos de relevancia clínica han conducido a un renovado interés por los probióticos, tanto por su papel en la prevención y/o tratamiento de diversas infecciones como por sus efectos inmunomoduladores. Generalmente, los probióticos destinados a la especie humana se asocian al sector lácteo, aunque su uso se está extendiendo a otros sectores alimentarios. Además, se pueden encontrar en otros formatos (liofilizados, encapsulados…). Paralelamente, las expectativas para el empleo de probióticos en el ámbito veterinario son excelentes.
Entre los microorganismos empleados como probióticos, las bacterias pertenecientes a los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium ocupan el lugar más destacado, aunque también se utilizan con este fin otras bacterias lácticas, bacterias de otros géneros e incluso levaduras, como Saccharomyces cerevisiae. Sin embargo, no se debe asumir, bajo ningún concepto, que todas las bacterias lácticas y bifidobacterias posean propiedades beneficiosas.
De igual manera, cuando se adscribe un efecto beneficioso a una cepa, tampoco se puede extrapolar esa propiedad a las restantes cepas de la misma especie. Incluso la adscripción de un efecto beneficioso a una cepa depende de las condiciones de su empleo y, muy particularmente, de la dosis. Por ello, es fundamental una correcta caracterización taxonómica de los probióticos al nivel de género, especie y cepa.
Los probióticos se seleccionan en base a dos criterios fundamentales: su seguridad y su efectividad frente a una diana concreta (por ejemplo, prevención y/o tratamiento de gastroenteritis pediátricas por rotavirus); en este sentido, deben existir evidencias científicas del efecto beneficioso específico en estudios clínicos correctamente diseñados. Para su utilización comercial también se deben tener en cuenta aspectos tecnológicos: que se puedan producir de una forma económicamente viable y que las cepas mantengan su viabilidad y sus propiedades funcionales durante los procesos de producción, almacenamiento y distribución de las cepas y/o de los alimentos que las contengan.